La astenia primaveral afecta a más de la mitad de la población.Es la sensación de cansancio, debilidad y falta de vitalidad generalizada, tanto física como intelectual sin nada que lo justifique. Curiosamente no aparece después de un gran esfuerzo sino que acompaña a quién la padece en el transcurso de su día a día.
La concentración, la memoria y el sueño, incluso hasta el apetito, se altera y lo más cotidiano puede convertirse en un auténtico suplicio. Sus víctimas preferidas son las mujeres entre 20 y 50 años. Y si encima tienes esclerosis múltiple la fatiga que padecemos por nuestra enfermedad crónica del sistema nervioso central es cuatro o cinco veces superior a la de una persona que no padece ninguna patología.
La transición del invierno a la primavera se caracteriza por dos factores que alteran los ritmos biológicos, el cambio horario que supone adelantar los relojes una hora y la subida de temperaturas.
La cronobiología distingue hasta tres tipos de ritmos biológicos.
1. Circadianos, aquellas necesidades o hábitos que aparecen cada 24 horas, por ejemplo el sueño.
2. Infradianos. Cuya cadencia es inferior a 24 horas, por ejemplo, el ciclo menstrual.
3. Ultradianos. Los menos sujetos a las influencias externas. Suceden con una frecuencia de más de uno cada 24 horas como la respiración o los latidos del corazón.
Hasta que el organismo se adapta a estas nuevas situaciones muchas personas sufren una sensación de decaimiento físico y mental, somnolencia durante el día, desgana e incluso irritabilidad. También puede afectar a los ciclos del sueño.
Astenia primaveral.
Es una situación transitoria que dura apenas tres semanas, un mes, lo que tarda el ritmo biológico del cuerpo a adaptarse a las nuevas condiciones de luz y temperatura.
Las causas de la astenia no se conocen con precisión, aunque se tiene la sospecha que en esta época del año los cambios de horario y temperatura pueden alterar la concentración de endorfinas u hormonas de la felicidad.
Es una reacción natural del organismo al prepararse para una época, la comprendida entre el inicio de la primavera y el final del verano, en la que las exigencias de consumo energético serán mayores al incrementarse las temperaturas y las horas de luz diurna.
Se produce en todos los seres vivos y el ser humano no es una excepción. El cambio sin embargo no es inmediato. El organismo empieza a consumir más energía pero no llega a producir la suficiente para cubrir esa demanda, lo que genera esa sensación de cansancio durante unos días.
La astenia primaveral es también un cuadro sintomático que se asocia a trastornos físicos y psicológicos concretos tales como anemia, hipotiroidismo, trastornos del sueño, periodos de estrés, ansiedad y depresión. También el exceso de trabajo y ejercicio pueden causar astenia.
Evidentemente este cuadro sintomático concreto no está sujeto al calendario aunque la primavera puede intensificar los síntomas. aún así, la astenia primaveral no es una enfermedad.
Algunos consejos para acelerar la adaptación del organismo a las nuevas condiciones ambientales de luz y temperatura que llegan con la primavera:
-Realizar algo de ejercicio físico, adaptado a nuestras limitaciones, siempre tres horas antes de ir a dormir.
-Mantener horarios fijos para levantarse y acostarse. Intentar no dormir durante el día.
-Llevar una dieta sana. Una alimentación variada y equilibrada.
-Intentar evitar el alcohol unas horas antes de acostarse.
-Hidratarse adecuadamente.
-Practicar algún tipo de relajación, yoga, meditación física…
En resumen llevar una vida saludable, ordenada, activa y con una dieta balanceada.
La fatiga en los meses de primavera y verano
El calor propio de los meses de primavera y verano provoca un aumento de nuestra temperatura corporal y ello puede provocar la aparición de fatiga física y cognitiva, debilidad y falta de equilibrio. Es el llamado fenómeno de Uhthoff.
En la esclerosis múltiple el daño al nervio es causado por la inflamación. La inflamación ocurre cuando las células inmunitarias del propio cuerpo atacan al sistema nervioso central. Este proceso aumenta en primavera y verano y es cuando hay una mayor incidencia de exacerbaciones o brotes.
¿Quién nos puede ayudar?
– Los terapeutas ocupacionales a través de la terapéutica y la rehabilitación.
– Los fisioterapeutas con unas pautas de
ejercicios adaptados a nuestro estado y constantes para adquirir un estilo de vida activo.
(La práctica regular de la actividad física disminuye la percepción de la fatiga, lo que a su vez incide positivamente sobre la capacidad para realizar actividades de la vida diaria con mayor eficacia y por tanto, en nuestra calidad de vida).
– Los médicos de cabecera y neurólogos con complementos alimenticios tales como jalea real, ginseng y cafeína, vitaminas y minerales, especialmente la D y la C, melatonina, amantidina y fluoxetina.
Carmen López
Fuentes: www.sanitas.es
elperiodicodelafarmacia.com
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