Indiferencia imposible

La obra de teatro Jauría vuelve a Madrid después de una gira internacional por más de 60 ciudades, entre las que se incluyen Uruguay y Costa Rica. El Pavón Teatro Kamikaze acogerá del 8 de enero al 2 de febrero de 2020 una obra basada en la violación de La Manada.

 

1Escrita por Jordi Casanovas (Ruz-Bárcenas) y dirigida por Miguel del Arco, Jauría es una dramaturgia creada a partir de las transcripciones del juicio de La Manada, construida con fragmentos de las declaraciones de acusados y denunciante. El suceso tuvo lugar el pasado 6 de julio de 2016, durante la celebración de los Sanfermines, cuando cinco amigos de alrededor de 30 años violaron a una mujer de 19. El caso conmocionó a la opinión pública y su juicio marcó un antes y un después en la violencia sexual.

Jauría es una ficción documental a partir de un material real, lo que permite viajar dentro de la mente de víctima y victimarios. Un juicio en el que la denunciante es obligada a dar más detalles de su intimidad personal que los propios denunciados.

En su vuelta a Madrid, al elenco original formado por Fran Cantos, Álex García, María Hervás, Ignacio Mateos, Raúl Prieto y Martiño Rivas se suman los intérpretes Pablo Béjar y Javier Mora (del 8 al 12 de enero) y Franky Martín (30 y 31 de enero). Recrean el pavor, la dominación, la juerga, el llanto, la rabia, el desprecio, o el dolor; todos y cada uno de los sentimientos experimentados aquella noche por quienes protagonizaron el suceso.
Después de su paso por Madrid, Jauría continuará de gira nacional hasta junio de 2020

El caso de La Manada ha sacado a la luz algo de una profundidad tan grande y que nos afecta a todos como sociedad y como individuos que es urgente reflexionar. En su texto, Casanovas recoge las declaraciones de todos los protagonistas, pero no añade ni una sola palabra que no fuera dicha durante el desarrollo del juicio.

En su regreso al Teatro Kamikaze, Jauría incluye funciones y encuentros en campaña escolar, con una guía didáctica para que el personal docente de educación secundaria y bachillerato pueda abordar el tema de la violencia sexual con los alumnos antes y después de ver la función. Durante la pasada campaña escolar, Jauría fue vista por casi 3.000 alumnos de secundaria y bachillerato.

Galardonada con el XVI Premio Cultura Contra la Violencia de Género 2019, otorgado por el Ministerio de Igualdad por su contribución en la erradicación de la violencia contra las mujeres, la obra remueve y analiza el controvertido concepto de masculinidad y su relación con el sexo en nuestra sociedad.

Es imposible que un hombre no se sienta interpelado por alguna de las expresiones de los cinco miembros de La Manada, por una de sus bromas, rituales, complicidades, o justificaciones que se filtran de sus declaraciones. Una sucesión de vivas y alabanzas a una masculinidad inhumana que destila una confianza en sí misma y en el relato de los hechos, monstruosa. No todos los hombres son violadores, pero todos los violadores son hombres. Casanovas ha articulado en una dramaturgia impecable, sobrecogedora de principio a fin, una concatenación de manifestaciones y réplicas de los protagonistas que cae como una losa sobre cada uno de los espectadores.

Una sencilla escenografía formada por seis sillas blancas y una pared de fondo que simula la fachada de un edificio con la entrada a un portal que reconstruye el pequeño espacio donde se llevó a cabo la violación grupal. Una oquedad de tres metros cuadrados con luz artificial. Conmueve ver a los seis actores de pie en su interior, con María Hervás en medio de un círculo formado por hombres. Una simple cuestión de volúmenes y contrastes de género, de voluntades y violencias que, en sí misma, perturba.

Tanto en la puesta en escena de ‘Jauría’, como en la brillante dramaturgia y realización actoral, acierta al mostrar la soledad de la víctima durante todo el proceso. Desde la misma noche de la violación hasta el último día de juicio. Aunque sabes que estás en un teatro y son actores profesionales, inquieta ver cómo los cinco actores que dan vida a los miembros de La Manada, José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Jesús Escudero, Ángel Boza y Antonio Manuel Guerrero se convierten, en un momento determinado, en jueces y abogados de la acusación particular rodeando, una vez más, a la víctima de la agresión.De ver, desde otro ángulo, a María Hervás caracterizada de fiscal empoderada, de nuevo, sola, frente a los cinco acusados. Un efecto espacial devastador apuntalado por el contenido de unas declaraciones que no por conocidas resultan menos estremecedoras. Todo un símbolo de la estructura actual de nuestro sistema judicial.

Una soledad de la víctima sólo rota por el eco de miles de voces capaces de traspasar el hormigón armado de las paredes del juzgado. Un efecto sonoro que da un respiro y recoge la indignación y rabia de buena parte de un país que se concentró en un grito: “Yo sí te creo”. Voces que llegaron a colarse en el transcurso del juicio y dieron cobijo a una chica de veinte años sentada con una pierna cruzada porque el presidente de la sala se lo permitió. El caso de La Manada supuso un antes y un después en la lucha contra la violencia machista. Finalizada la función, el abrazo en círculo cerrado de los seis actores, mientras los espectadores comenzaban a aplaudir sofocó mi particular hundimiento, me arrancó también el aplauso y agradecimiento mientras pensaba a qué bar ir a tomar una cerveza detrás de otra. «Puta pasada», escribió el Prenda en el grupo de WhatsApp la misma noche de la violación; «no lo recuerdo», repitió una y otra vez a las preguntas de la fiscal durante el juicio.

Andrómeda

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