Carmen Gil, investigador científico en el CSIC, y Ana Martínez, profesora de Investigación, dirigen un equipo de profesionales que están investigando sobre una molécula que podría cambiar de forma significativa la evolución de la esclerosis múltiple.
Pregunta.- ¿En qué consiste el estudio que estáis realizando en este momento?
Respuesta.- Estamos estudiando el desarrollo de una molécula que hemos encontrado en el laboratorio después de mucha investigación y que hemos denominado AP-1. Se trata de una pequeña molécula, un fármaco de estructura conocida, que tiene una actividad biológica muy importante, que favorece una aplicación terapéutica clave porque modula dos dianas farmacológicas que tenemos en nuestro sistema nervioso central. Su mecanismo de acción permite en los modelos animales y celulares reducir la respuesta inflamatoria; es capaz de neuroproteger las células del sistema nervioso y, además, es capaz de aumentar la remielinización (promueve el crecimiento de células precursoras de los oligodendrocitos). Este fármaco, por tanto, mejora el sistema de reparación endógeno que de por sí tenemos en nuestro cuerpo y que resulta insuficiente cuando una patología como la esclerosis múltiple da la cara.
P.- ¿Qué diferencia hay entre un fármaco y un medicamento?
R.- Es importante saber la diferencia que hay entre un fármaco y un medicamento. Nosotros trabajamos con un fármaco, es más, los descubrimos y los diseñamos a medida para que haga lo que pensamos que puede ser bueno para el paciente. Ahora bien, el camino entre un fármaco y un medicamento, que es lo que el paciente quiere y puede adquirir en una farmacia, es muy largo (entre 12 y 14 años), además necesita una inversión muy alta valorada entre 1000 y 1500 millones de euros; y con unas posibilidades de éxito muy bajas: solo 1/5000. Es decir, de cada 5000 moléculas nuevas que hay en un laboratorio que tienen eficacia en un modelo preclínico, en animales que emulen la patología con la que tú quieres trabajar, sólo una tendrá éxito. Indudablemente todo este proceso no lo financia el Estado.
P.- ¿Esta investigación es un cambio de paradigma sobre los estudios realizados en los últimos años? ¿Se deja de considerar la esclerosis múltiple como una enfermedad autoinmune?
R.- Entendemos que sí, porque en relación con lo que se ha aprobado hasta ahora hay un cambio significativo, porque no sólo limitamos el componente inflamatorio que es lo que se está haciendo con los inmunomoduladores actuales sino que se favorece la neuroprotección y hay un proceso de regeneración que permite recuperar lesiones que ya se hayan producido (siempre será más eficaz cuando las lesiones sean más recientes).
Nuestra aproximación a la esclerosis múltiple parte del supuesto de que no es una enfermedad autoinmune s no una enfermedad neurodegenerativa. De momento no se conoce la causa que provoca la enfermedad, pero podríamos tener dos hipótesis de cómo empieza. Una es la hipótesis autoinmune que es la que se considera actualmente en la clasificación de la enfermedad (esta hipótesis se basa en que no sabemos cómo, pero se produce una activación de los linfocitos que no reconocen como propios algunos fragmentos de mielina y los atacan, generando daño e incluso llegando a matar a los oligodendrocitos). Esta hipótesis es la que más aceptación ha tenido hasta ahora y por lo que la mayoría de los fármacos se han centrado en la inmunomodulación.
La hipótesis con la que trabajamos nosotros se basa en el modelo de las enfermedades neurodegenerativas. En este caso, como muchos otros investigadores, pensamos que la esclerosis múltiple surge de un proceso en el que no sabemos por qué los oligodendrocitos empiezan a morirse y como tienen muchas extensiones que sujetan vainas de mielina en distintos axones se generan pequeñas porciones de mielina que atraviesan la barrera hematoencefálica llegando al torrente circulatorio, provocando la reacción inmune al estar estas fibras de mielina “fuera de su sitio”. En ambas hipótesis el resultado es el mismo: se produce daño, Lo que resulta diferente es cómo empieza. Partiendo de esta segunda hipótesis, nosotros intentamos proteger con nuestras moléculas las distintas células del sistema nervioso central para que el daño no se inicie o al menos disminuya el tiempo de progresión.
P.- Hasta ahora no se ha considerado que en las formas de esclerosis que no son progresivas exista un daño neuronal primero, ¿con esta hipótesis cambia ese paradigma?
R.- Generalmente en cada brote queda alguna secuela en daño neuronal de diferente tipo y extensión, por lo que el proceso de neurodegeneración puede producirse desde el principio, aunque esta idea hay que tomarla con mucha cautela.
P.- ¿Una vez que la molécula en la que trabajáis se administra, sabe dónde tiene que actuar y hasta qué punto hacer crecer las células?
R.- La respuesta es complicada. Cuando tú tomas un fármaco el organismo lo absorbe, lo distribuye y comienza un periodo de metabolización que termina con la excreción. La eficacia se comprueba en ese tiempo en el que tiene que llegar a la diana que queremos alcanzar. Nosotros sabemos que el fármaco con el que estamos trabajando es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica y, por tanto, penetra en el sistema nervioso central (esto ya lo hemos comprobado en modelos preclínicos). Pero aún falta mucho para comprobarlo en pacientes, puesto que para eso tendríamos que llegar a la fase clínica II del estudio.
Para poder comprobar más fácilmente los resultados en humanos estamos intentando aplicar una técnica que se basa en utilizar el ojo como ventana al cerebro, como una forma de valorar la remielinización. Para ello utilizamos la tomografía de coherencia óptica (OCT) que nos permite ver las partes de la retina y el principio del nervio óptico que, al fin y al cabo, es la parte más externa de nuestro cerebro. A partir de este estudio podremos comprobar si la remielinización que ya hemos comprobado en los ratones, puede medirse en el nervio óptico. La ventaja de la OCT es que es un estudio de rutina que a día de hoy hace cualquier oftalmólogo y para nada es invasivo por lo que facilitaría muchísimo el estudio en las siguientes fases de investigación. Gracias a AEDEM (Asociación Española de Esclerosis Múltiple) y a un proyecto EXPLORA del MINECO, hemos conseguido los fondos necesarios para tener el equipo capaz de utilizar esta técnica en ratones y los recursos humanos y fungibles con los que estamos trabajando en estos momentos.
P.- ¿En qué momento está la investigación?
R.- Nosotros trabajamos en el CSIC y desde el CSIC hemos registrado la patente de esta molécula. Hace un tiempo una empresa privada quiso participar en esta investigación, pero con la crisis dejó de hacerlo. A partir de ese momento nosotras dos, junto con un tercer fundador, hemos creado una empresa, Ankar Pharma. Hemos puesto nuestro capital y el de algunas otras personas que hemos convencido, con el objetivo de mantener esta patente activa y así poder continuar con la investigación. Es el momento de poder buscar capital para invertir y atravesar el valle de la muerte, que es como llamamos a este periodo desde el estudio preclínico al ensayo con humanos, es decir, la fase clínica. Actualmente necesitamos dos o tres millones de euros y estamos trabajando en su captación, parece que ya hay algún inversor muy interesado.
P.- ¿Como investigadores sois vosotros los que tenéis que estar captando fondos?
R.- Sí, claro. Dedicamos mucho de nuestro tiempo a este tema, preparando proyectos y hablando con diferentes agentes que, evidentemente, no empleamos en la investigación. Nos hemos tenido que convertir en emprendedores ya que, al fin y al cabo, somos los que mejor lo conocemos y mejor podemos transmitir la necesidad de invertir en esta molécula.
P.- ¿Qué relación existe con otros equipos de investigación?
R.- Nosotros establecemos numerosas colaboraciones con otros investigadores que nos han ayudado a valorar la eficacia de la molécula, pero el aspecto comercial y el desarrollo clínico, que tendrá que realizar una compañía farmacéutica, lo desarrollamos en exclusiva a través de Ankar Pharma.
Indudablemente todas las investigaciones suman, por eso, estamos siempre en contacto con otros investigadores, por ejemplo, el estudio que estamos realizando a través del ojo también se quiere desarrollar en la investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Los avances de cada investigador al final redundan en el conjunto de investigaciones.
P.- ¿Cuánto tiempo puede tardar un estudio como este en llegar a los pacientes?
R.- Aproximadamente 10 años, además quiero aclarar que he recibido muchas llamadas de pacientes desde que esta información ha salido a la luz, como es lógico, y procuro contestar a todas porque todavía estamos muy lejos de estar en fase clínica y aún no podemos reclutar pacientes para la investigación. Es un proceso lento porque hay que asegurar que no tiene ningún efecto perjudicial en el ser humano antes de comenzar con las fases clínicas.
P.- ¿Qué mensaje final queréis transmitir a nuestros lectores?
R.- El mensaje más importante es que estamos trabajando. En España hay investigación de calidad, aunque muy condicionada por la financiación, que es escasa y a trompicones. Por eso necesitamos apoyo para que se aumente el presupuesto en investigación , porque es la manera de ser competitivos y llegar a una cura definitiva de la enfermedad.
Cris Bajo
Ángeles Glez.
Reblogueó esto en S.O.S. PODEMOS MEJORAR.