Cuando la conocí… Sentí su abrazo. Vino por detrás, sigilosamente; me abrazó y posó sus invisibles manos en mi abdomen.
Fue un flechazo, un amor a primera vista, y digo bien porque la vista se me nubló al momento; incluso sentí algo de vértigo cuando jamás lo había sentido, al sentir -valga la redundancia- su desconcertante y fascinante presencia.
La relación entre ella y yo surgió de inmediato, y se afianzó al instante.
Ella surgió de la nada para convertirse en el centro de mi vida, de mi existencia; de todo mi universo.
Es muy posesiva, solo me quiere para ella. Con aquel primer abrazo me atrapó para siempre. Y dejó constancia que -con el dolor y pesar que la nueva situación me acarrearía- no podré separarme de su lado.
Aún trasmitiéndome incertidumbre y un absoluto estado de inseguridad ella me prometió, desde los albores de la relación, que siempre me guardaría fidelidad y que nunca se separaría de mí.
Bien, han pasado varios años y puedo decir bien alto, que efectivamente, ella no es infiel y me acompaña en todo momento y lugar.
No tardó en manifestar una de las mil caras que tiene. Es muy desconcertante; estar con ella es lo más parecido a vivir al borde del abismo. Porque en cualquier momento te puede golpear.
Ella te acosa, te persigue; es tan impredecible… Es traicionera, sus ataques son inesperados y te deja roto; compungido…
Es imposible entenderla. Aunque me ama… También me destroza.
No solo se ha apoderado de mi cuerpo, también lo ha hecho de mi mente. La odio! Siento su control, como me domina, no puede vivir sin mí.
Cada vez que me acaricia siento como si un enjambre de abejas me clavaran sus aguijones.
Tras una noche de pasión mi cuerpo siente espasmos que me hacen sentir más dolor que placer. Y la madrugada, en su candor, me acoge entre las tersas sábanas de la cama, como la madre que consuela con ternura a su bebé. Entonces tomo conciencia: mis extremidades están adormecidas, otras partes de mi cuerpo acolchadas, y yo estoy totalmente agotado, extenuado. Finalmente me duermo.
Soñando logro que no me aceche, y en mis sueños me siento libre.
A veces… Cuando nadie me ve… Lloro desconsolado, no quiero volver a sentirla.
Después de algunos de sus ataques termino malherido. En el hospital se repite la misma frase:
-Tienes que abandonarla-. Sin embargo, no puedo, soy incapaz de hacerlo. Porque ella es la única que me será fiel, la única que estará junto a mí; la única que no me abandonará.
Soy consciente: es una relación tóxica que me ha creado gran dependencia.
Sé que todas las noches bailó bien abrazado a ella. Aunque sueño con la esperanza de que, al amanecer, me haya abandonado; y se haya ido… Pero por la mañana, cuando abra mis ojos al Mundo… Ahí está. Y caerá sobre mí como una losa. Su voz me repetirá su nombre…
A veces he intentado huir de sus garras, y he salido corriendo; sin embargo ella me impide mover mis piernas con agilidad. Me alcanza, y me tambaleo cuando siento su fuerza.
Mi memoria ya no es la que era, se me olvidan las cosas y no recuerdo… Pero a ella, a ella no la olvido ni la olvidaré mientras viva.
Y es que el nombre de mi Amor es: ESCLEROSIS MÚLTIPLE.
Carolina Olivares
Dedicado a mi Amor, Carlos. Y a todas las personas que sufren esta enfermedad.
Para: Jose Antonio, Cris Bajo, Ramon Arroyo Prieto, Elena Perrote, Pablo Pavón Lucero, Paqui Henriquez Jimenez.
Me gusta el planteamiento. La enfermedad es tan intensa y descorazonadora que duele a los que la sufren y a los que quieren a esos supervivientes.