Ceder el asiento es una cuestión de educación.

En muchas ocasiones uno debe ponerse en la piel de los demás para tratar de comprender lo que puede sentir. Como decía una frase sacada de una campaña publicitaria, de hace muchos años: «Hoy por ti… y mañana por mí».

Desde hace ya unos años en general, pero todos los días en particular, cuando tomo el autobús me encuentro siempre con las mismas y lamentables escenas cotidianas de ciertos pasajeros. Se trata de un problema de incivismo que parece invisible pero existe, y mucha gente no se da cuenta de ello. La acción consiste en tener la mala costumbre de sentarse en los seis asientos delanteros reservados para personas mayores, mujeres embarazadas y personas con dificultades o alguna discapacidad o minusvalía. Y ya sean personas de cualquier edad y condición.

  El truco más extendido es hacerse el sueco (o la sueca) y pasarse el civismo por el arco del triunfo. Y ¿Cómo? 

No levantando la cabeza del móvil, por ejemplo. Otros inician una conversación y hacen como si no te vieran, a pesar de que con el rabillo del ojo te observan pasar. También hay quien alega no ver los letreros que señalan los sitios reservados; o no entender los pictogramas, como si fuesen jeroglíficos egipcios. Esto, por supuesto, también se extiende al metro y el tren.

Y yo me pregunto, ¿Qué educación han recibido? Sí hay que aclarar que no todo el mundo es así, afortunadamente. No pueden pagar justos por pecadores También hay jóvenes y personas de todas las edades muy bien educadas.

Qué es lo que ha cambiado? La Sociedad? Sí, claro que ha cambiado. Pero las personas siguen siendo las mismas, y no deben perder la educación. ¿Qué le parecería a uno de estos jóvenes que fuera su madre con un bebé en sus brazos, su abuela o abuelo, los que permanecieran en pie en un transporte público mientras un jovencito está cómodamente sentado escuchando música, leyendo o simplemente mirando a los demás pasajeros? No hay excusas. Aislarse colocándose unos auriculares o mirando el teléfono móvil para ignorar lo que ocurre a su alrededor no es una excusa. Vivimos en el mundo real y como tal hay que saber convivir con los demás y respetarlos. No se puede mirar a otro lado para ignorar estas situaciones.

Estas situaciones como digo, las vivo diariamente, y para mí con una discapacidad física, me da mucha rabia tener que llamar la atención a determinadas personas que, haciéndose los olvidadizos, sientan sus posaderas en asientos que no les corresponden como si fueran de su propiedad.

¿Todavía no nos hemos dado cuenta de que el respeto a los demás es lo más beneficioso para cada persona y para convivir en una sociedad justa y cívica? El transporte público es de todos y para todos.

 

 

 

 

 

 

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